La corrupción en
las organizaciones públicas y privadas del país, es un flagelo que ha traído
históricamente secuelas muy negativas para la nación. Ya los próceres de la
Patria intuían el problema, debiéndose recordar una de las más famosas frases
del Libertador Simón Bolívar: “Moral y luces son nuestras primeras
necesidades”, así como el sentimiento de desorden y anarquía que se percibía en
la sociedad también en la época de la Independencia, el cual queda reflejado
en la palabras expresadas en el año 1812 por el Generalísimo Francisco de
Miranda: “¡Bochinche, bochinche! ¡Esta gente no sabe hacer sino bochinche!”.
El problema de
la corrupción no solo ha dado muestras de su presencia desde los primeros años
de la República, sino que también ha estado muy activa en la actualidad, y ha
sido entre otros, uno de los detonantes principales de los cambios políticos
que han ocurrido, pero cuya realidad sigue totalmente vigente. El Estado
venezolano, omnipresente en la nación a través de los gobiernos de turno, y la
sociedad civil, son los principales implicados y afectados por la corrupción.
El ataque a este flagelo se ha intentado realizar a través de mecanismos
jurídicos formales, que por regla general son lentos, burocráticos y de menor
maleabilidad que la que se requiere para hacer frente a la destreza,
mutabilidad e inventiva de los agentes que practican la misma.
Ciertamente la
corrupción está hipotecando a las futuras generaciones, dado que el sano
crecimiento económico del país a largo plazo se verá entorpecido, siendo sus
consecuencias muy gravosas por los efectos multiplicadores negativos que la
misma produce en las finanzas del país. Es relevante señalar la importancia de
dar mayor atención a los temas vinculados con la gobernabilidad, así como la
calidad y composición del gasto público. La corrupción, con sus secuelas
nocivas sobre la eficacia y eficiencia en el uso de recursos, merece una mayor
consideración en el debate de parte de los afectados: Estado y particulares.
La experiencia muestra con palpable evidencia, que el combate a la corrupción
requiere una estrategia más holística y coherente que el simple camino de
emitir declaraciones, denuncias políticas o promulgar más legislación.
El flagelo de la
corrupción en el país ha sido un tema que siempre ha estado presente en la
contienda política, y sobre el cual los diversos actores tratan de sacar
provecho político; pero lo que sí es claro es que este asunto sigue haciendo
estragos en la sociedad. El problema de la corrupción en Venezuela no es nuevo
ni nada por el estilo, y si bien ella quizás fue una de las causas principales
para que se produjesen los cambios políticos en el país que aún están en pleno
desarrollo, la corrupción en la sociedad, lejos de disminuir, más bien se ha
incrementado.
La corrupción es
una manifestación complicada, y en muchos casos, es la consecuencia de
problemas profundamente arraigados por distorsiones políticas y económicas, sin
embargo las respuestas a este flagelo no habría que buscarlas fuera de las
personas, sino dentro de sí mismas, ya que la causa intrínseca de la corrupción
radica en un problema de falta de valores y ética. Las organizaciones son el
reflejo de la sociedad en la cual transitan, tanto en Venezuela como en todo
el mundo, y la ocurrencia de múltiples y sonados escándalos de quiebras
empresariales en el ámbito de los negocios, así como innumerables casos de corrupción
administrativa en las instituciones públicas, son reflejo palpable de que algo
funesto está ocurriendo en el seno de la sociedad, comenzando desde la familia
misma, muy debilitada en estos tiempos.
Es claro que la
corrupción crece y se desarrolla cuando las oportunidades económicas son
propicias para ello, es decir cuando resulta rentable para las partes que
intervienen en actividades corruptas. También contribuye a ello la ausencia de
una voluntad política real para combatirla, ya que la corrupción no se
enfrenta simplemente con leyes y decretos que la proscriben, sino con su severa
aplicación, amén, lo más difícil, de la real concientización de la población de
los países respecto a las graves consecuencias que le genera a la sociedad esta
calamidad.
Los efectos de
la corrupción ciertamente son devastadores en las sociedades que la sufren con
alta intensidad, tal como es el caso de Venezuela, y ello se refleja en los
índices que reflejan la inadecuada (o adecuada) e inescrupulosa (o escrupulosa)
administración de los recursos en un país. Las naciones que manejan de manera
desordenada y corrupta sus finanzas públicas ocasionan que su población sufra importantes niveles de miseria, que la calidad de vida se vea fuertemente
deteriorada día a día, y que además, por su tendencia fuertemente controladora
de innumerables actividades de toda índole sobre su gente, usualmente coartan o
prohíben cualquier iniciativa individual o privada que no se alinee con sus
líneas maestras de acción.
Nota:
Escrito preparado con base a párrafos tomados del artículo Análisis crítico del flagelo de la corrupción en las organizaciones y sociedad en Venezuela,
publicado en la Revista Strategos (diciembre 2015)
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